Miércoles 25 y jueves 27 de Julio del 2018
Tema:
- Herramientas de Planificación
- Analizar la metodología de planificación del Plan Nacional para toda la vida, mediante la revisión documental.
Desarrollo:
Ecuador hacia sus 200 años
de vida republicana
Desde 1830 –año en el cual Ecuador se constituyó como
República independiente–, una veintena de constituciones han
marcado la vida política, económica y social del país. Cada una
ha tenido diferentes matices y ha sido producto del pensamiento
político dominante en su época (Paz y Miño, 2008; Ayala Mora,
2008). El actual Plan Nacional de Desarrollo se asienta sobre
una mirada amplia del tiempo histórico (Braudel, 1968), que
comprende que hay episodios en donde es preciso investigar a
detalle todos los acontecimientos y actuaciones, pero también
hay procesos más amplios y con mayor duración que ayudan
a explicar lo que ocurre en una clave distinta. Al aproximarse
a los dos siglos de vida republicana, cabe observar el proceso
de largo aliento que ha sucedido para la construcción estatal
en Ecuador y los cimientos de un proyecto republicano
todavía inconcluso (a pesar de haberse acelerado de forma
significativa en los últimos diez años). Es necesario remarcar
lo necesario que es contar con una visión comprehensiva del
origen, el recorrido y la ruta a seguir para alcanzar el Buen Vivir.
Después de todo, en 2021, Ecuador estará a menos de una
década del bicentenario republicano; ello conduce a revisar, de
manera general, los elementos que han marcado cambios en
los últimos siglos (XIX, XX, XXI).
La vida republicana ecuatoriana arranca en el siglo XIX con la
Constitución de 1830, un documento que cementa el poder
oligárquico de unos pocos, a expensas de la exclusión de las
grandes mayorías. Este período ha sido catalogado como un
proyecto nacional criollo (Ayala Mora, 2008).
Al quiebre del siglo, la Revolución Liberal irrumpió ante la
exacerbación del carácter conservador de un Estado administrado
por élites terratenientes contrarias al progreso. La Constitución
de 1906 plasma un proyecto de vanguardia para la época que
llevó al país de lleno al siglo XX, a través de un proceso paulatino
de avances constantes y también de retrocesos: un proceso, en
fin, en el que las masas se incorporaron en la política y en el que
hubo una expansión progresiva de la base ciudadana, aunque no
necesariamente de todos los derechos.
Posteriormente, la Constitución de 1978 –que marcó el retorno
al régimen constitucional– definió al Estado como agente del
desarrollo, permitiendo la modernización de la política a través de
los partidos, y realizando apuestas más claras por las garantías y
derechos. Sin embargo, para finales del siglo XX, se dio paso a un
proceso regresivo, condensado por el Consenso de Washington. La
cúspide de este proceso fue la aprobación de la Constitución de
1998, que fomentó un modelo económico neoliberal y, a todas luces,
excluyente. Este marco perjudicó a las grandes mayorías, quienes
no solo pagaron el costo del rescate de la economía durante la
crisis financiera que siguió, sino que sufrieron las consecuencias
de la devastación económica con todas sus repercusiones
sociales, como la migración masiva de compatriotas al exterior.
A este período continúa una década de inestabilidad política e
incertidumbre, expresada en la desconfianza generalizada de la
política y del sistema institucional.
La Constitución de 2008 dio inicio al siglo XXI en Ecuador. Se
podría decir que ayudó a levantar un Estado democrático al
servicio del bien común de la sociedad. Este texto fue el resultado
de un gran pacto nacional y permitió recoger las aspiraciones
políticas, económicas, sociales y culturales de diversos sectores
ciudadanos. La incorporación de un catálogo de derechos digno
de ejemplo, junto con garantías efectivas, introdujo innovaciones
para la arquitectura del Estado. Se logró un fortalecimiento del
ejercicio ciudadano del poder y se incrementó la posibilidad de
acción por parte de la sociedad dentro de la planificación y el
diseño de políticas públicas. Esta búsqueda de unidad no dejó
de lado el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado,
ni tampoco la inclusión de un régimen de organización territorial
no concentrado y descentralizado. Los aspectos de este nuevo
texto apuntaron a dotar al Estado de mejores capacidades para
que recuperase un papel necesario en la economía y en la
planificación del desarrollo.
En suma, se ha pasado de un Estado de los pocos, para los
pocos, a costa de muchos; a un Estado de todos, para pocos, a
costa de muchos; hasta llegar a un Estado de todos y para todos.
Así, este Plan Nacional retoma las bases del debate y del texto
constitucional –nuestro pacto base–, y formula una visión a largo
plazo. De esta manera, se apega estrictamente a los objetivos del
Régimen de Desarrollo, parte permanente de las metas del país,
los cuales dan cuenta de este modelo.
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